Punta Cana / Caracas – No todas las etapas de la vida vienen con luces, reflectores y premios. Algunas se viven en silencio, lejos de casa, donde el arte se convierte en sustento y la música en refugio. Para el productor y cantautor venezolano Yako Páez, su paso por República Dominicana entre 2016 y 2017 no solo marcó un capítulo vital en su carrera: le dio una nueva perspectiva sobre el oficio de ser músico.
“Trabajar en la industria hotelera de Punta Cana fue una experiencia que me obligó a reaprender mi relación con la música. Ahí la música era todo: bienvenida, despedida, fondo, alegría, memoria… Era lo que unía a personas que no hablaban el mismo idioma”, recuerda Yako con tono reflexivo.
Durante su estancia en Punta Cana, Yako formó parte de ensambles musicales que ofrecían presentaciones diarias para turistas de todo el mundo. Tocaba de todo: bachata, reggae, boleros, son, pop en inglés, merengue, salsa, incluso folk europeo. Esa diversidad se convirtió en su mejor maestra.
“Ahí entendí que la música no se toca solo para uno. Se toca para alguien. Para que esa persona recuerde algo, sienta algo o simplemente se sienta menos sola”, dice.
Además de expandir su repertorio y técnica, la experiencia le regaló una visión más pragmática del arte. Aprendió a leer audiencias, a improvisar, a conectar más allá del virtuosismo, a valorar la simpleza de una buena interpretación. También compartió escenario con músicos dominicanos que lo impresionaron por su habilidad natural y su amor por la música tradicional.
Pero no todo fue fácil. La distancia, la rutina intensa y la nostalgia por su país y su familia lo pusieron a prueba emocionalmente. “Fue como una universidad de la vida. Estás solo, sin red, y cada día tienes que estar listo para entregar lo mejor de ti con una sonrisa. Pero también creces. Muchísimo”.
Cuando regresó a Venezuela, Yako ya no era el mismo. Volvió con más herramientas, pero también con más humildad. Esa experiencia enriqueció profundamente su trabajo como productor y músico de estudio. Se notó en sus arreglos, en la intención de sus composiciones y en la forma en que empezó a trabajar con artistas de distintos géneros.
“República Dominicana me enseñó a amar aún más mis raíces, pero también me mostró que la música es una sola. Que no hay fronteras cuando se toca desde el corazón.”
Hoy, esa etapa de su vida forma parte esencial de su historia, y Yako la cuenta con gratitud. Porque fue ahí, lejos del bullicio de la industria, donde reafirmó lo que siempre ha sido su mayor fortaleza: hacer música con propósito.